Algún día en alguna parte
Pareceres varios del mundo del Arte y la Literatura.
Versos olvidados: De Miguel Hernández a Juan Ramón Jiménez.
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Todavía no había llegado Miguel Hernández (1910-1942) a Madrid, desde su Orihuela natal, donde pastoreaba y escribía. Lo hizo en 1931, cuando escribió este poema inédito, aparecido hace unos días en unas de las carpetas de Juan Ramón Jimenez que aún permanecen en la Sala Zenobia-Juan Ramón de la Universidad de Puerto Rico.
Como les sucedió a tantos otros jóvenes poetas, también Miguel Hernández se inició empapándose de los versos de la Segunda antolojía de Juan Ramón Jiménez, que confesaba haber “leído cincuenta veces aprendiéndome algunas de sus composiciones” y que después llegó a recitar en público en Orihuela y en el Ateneo de Alicante. Prueba de esta admiración son también estas cinco cuartetas inéditas de Hernández y cuyo último verso pertenece al romance de Juan Ramón “En la quietud de estos valles”, incluido en “Recuerdos sentimentales”, tercera parte de Arias tristes (III, IV). Sin duda, estos poemas de aire pastoril del moguereño interesaron especialmente a Miguel Hernández, soñador lírico y pastor de cabras desde su niñez. Fue el murciano Juan Guerrero quien facilitó el encuentro entre ambos poetas en enero de 1936. Al mes siguiente, Juan Ramón consagrará definitivamente con su crítica en las páginas del diario “El Sol” al poeta oriolano tras la publicación de su “Elegía a Sijé” y seis sonetos en la Revista de Occidente.
La admiración y el respeto entre ambos poetas fueron mutuos hasta sus respectivos finales: Hernández en 1939 citó a Juan Ramón dos veces en su poema “Llamo a los poetas” del libro El hombre acecha, y a su vez, el moguereño se preguntaba en su retrato del oriolano: “El rayo que no cesa es Miguel Hernández mismo. Si sigue así este rayo, ¿dónde llegará él, dónde llegará, con él la poesía española de nuestro siglo?” Desgraciadamente, a Miguel no le dejaron soñar otros horizontes para nuestra lírica y a Juan Ramón lo condenaron a un doble exilio: el de su patria y el de su idioma.
Fuente: Miguel Hernández, inédito. Texto: José Antonio Expósito. El Cultural.es – 16/01/2009.
A Juan R. Giménez
La senda colubriforme
se va con sumo interés.
Acaba la tarde. Enorme,
trepa la luna a un ciprés.
(Un ciprés, pico del ave
alicaída del prado,
que aún del postrer sol suave
se mira crucificado.)
¡Cuántas estrellas se doran
en el cielo ya azul bajo!…
Por la senda lloran-lloran
las esquilas de un atajo.
Ante él, alumbrado por
la lumbre de las estrellas,
camina lento el pastor
leyendo unas rimas bellas.
Y se queja dulce cual
las esquilas de áureo dejo,
cuando lee a la luz astral:
“…Pastor, toca un aire viejo”.